Cuando la madera está seca se quema de manera más eficiente, pero siempre debemos mantener un equilibrio del punto de secado, maximizando la eficiencia y el consumo. Generalmente los vendedores o mayoristas de leña la dejan secar unos 9 meses, y aunque no todas las leñas necesitan el mismo tiempo de secado, ese puede ser un tiempo de referencia orientativo.

Los árboles que están caídos o muertos ya han comenzado el proceso de secado de forma natural, incluso es posible que las ramas más pequeñas ya se hayan secado, pero el tronco probablemente no. Si recoges alguno en el monte el verdadero tiempo de secado comienza cuando lo troceas.

Ya sea comprada o recogida, es importante que la leña seque o envejezca por lo menos durante seis meses al aire libre.

Cuando apilamos la leña, es importante que no tenga contacto con el suelo, porque su secado nunca será completo. Un plástico y unos palets viejos pueden ser suficientes para conseguir aislar tu leña del suelo. La luz del sol, el viento y el calor son los tres factores que permitirán que la madera se seque lo más rápidamente posible.

Si vamos a apilar en altura, podemos clavar uno o dos postes verticales en los laterales y podremos apilar hasta arriba sin tener que dejar de apilar en los laterales, maximizando el espacio.

Hay que dejar cierto espacio entre los troncos para que pase el aire. Nuestro consejo es que se organice la leña de manera uniforme: los cabeceros grandes en un lado, los más pequeños en otro. Así no tendrás que desmontar el leñero cada vez que recargues, para alimentar el fuego.

Entendemos que es muy cómodo tener la leña dentro de casa, pero si el frío ha mantenido a raya a algunos “invitados” desagradables como barrenadores, taladros o carcoma, dentro de casa el calor puede que haga salir del letargo a tan incómodos huéspedes, si la dejamos mucho tiempo sin consumir.